
Motivación. La perseguimos, la anhelamos y nos maldecimos cuando parece desvanecerse.
¿Cuántas veces has comenzado un nuevo proyecto rebosante de energía, solo para ver cómo ese entusiasmo se evaporaba al cabo de una semana? ¿Cuántas veces te has propuesto un ambicioso propósito de Año Nuevo solo para verlo desvanecerse en febrero?
Es fácil creer que la motivación es voluble, como un estado de ánimo que va y viene. Pero, ¿y si existiera una forma predecible de generarla y mantenerla?
Después de estudiar a los mejores pensadores del mundo sobre la motivación —Napoleon Hill, Mihaly Csikszentmihalyi, Carol Dweck, Daniel Pink, Angela Duckworth y otros—, he encontrado una fórmula sencilla que explica por qué la motivación de algunas personas brilla con fuerza y perdura, mientras que la de otras se apaga.


La llamo «la ecuación de la motivación»:
Sueños/Necesidades × Creencias = Intensidad y duración de la motivación.
En este artículo, desglosaremos la ecuación, exploraremos la ciencia y las historias que hay detrás de ella y, lo más importante, te mostraremos cómo aplicarla a tu vida para que nunca más tengas que preguntarte dónde se ha ido tu motivación.
La chispa: sueños y necesidades
Los sueños son las chispas de la motivación. Son visiones de lo que podría ser: el ascenso, la meta de la maratón, el contrato para escribir un libro, el negocio próspero, la vida sin deudas. Las necesidades son sus primas cercanas: las cosas que nos sentimos obligados a perseguir, ya sea por supervivencia, dignidad o amor.
Cuanto más grande y más cargado de emoción sea el sueño o la necesidad, mayor será el multiplicador en la ecuación.
David Schwartz lo expresó sin rodeos en La magia de pensar en grande: el tamaño de tu éxito está determinado por el tamaño de tu pensamiento. Cuando te permites soñar en grande, aumentas la «chispa» de tu fuego motivacional.
Piensa en Elon Musk. Estés o no de acuerdo con sus métodos, sus sueños no son pequeños. Colonizar Marte. Hacer que el mundo pase a utilizar energías renovables. Estos sueños generan una fuerza de motivación que le impulsa a seguir adelante a pesar de las burlas, los fracasos y los obstáculos que aplastarían a la mayoría de los mortales.
Compáralo con la persona cuyo sueño es simplemente «salir adelante». La chispa es tan pequeña que, aunque crea profundamente en ello, el fuego de la motivación resultante es débil.
Conclusión: si tu motivación se siente plana, es posible que no estés soñando lo suficientemente grande.
El oxígeno: las creencias.
Pero los sueños por sí solos no bastan. Una chispa en el vacío se apaga al instante. Los sueños necesitan oxígeno, y ese oxígeno es la creencia.
La creencia es la convicción de que el sueño es posible y de que tú tienes un papel que desempeñar para lograrlo. Sin creencia, incluso el sueño más audaz se esfuma.
Napoleon Hill, en Think and Grow Rich, situó la creencia al mismo nivel que el deseo: «La fe es la visualización y la creencia en la consecución del deseo». El deseo sin fe es solo una ensoñación.

La investigación de Carol Dweck sobre la mentalidad revela que las personas que creen que pueden crecer, aquellas con una «mentalidad de crecimiento», se recuperan del fracaso y lo intentan de nuevo. Aquellos con una mentalidad fija, que secretamente creen que sus habilidades están grabadas en piedra, a menudo se rinden al primer tropiezo.
La fe es lo que mantuvo a los hermanos Wright trabajando en su taller de bicicletas cuando todos los demás apostaban por Samuel Langley, el científico con más fondos y mejores contactos. Langley tenía el sueño de volar, pero los Wright tenían algo más potente: la fe en que, con determinación y perseverancia, podían conseguirlo. Y así lo hicieron.

El poder de las palabras: sembrando las semillas de la fe
Bill Britt dijo una vez:
«Muéstrame cómo vive una persona hoy y te mostraré las palabras que utilizó en el pasado. Muéstrame cómo habla una persona hoy y te mostraré cómo vivirá en el futuro».
Es un profundo recordatorio de que las palabras no son solo sonidos, son semillas. Las palabras que dijiste ayer crearon la vida que vives hoy. Y las palabras que dices hoy están esbozando silenciosamente el plano de tu futuro.
He vivido esta verdad. Desde la primera reunión en la que me presentaron el marketing multinivel, comencé a pronunciar una declaración:
«Algún día viajaré por el mundo visitando mis negocios».
Lo repetí una y otra vez, año tras año. Durante 11 años, llevé esas palabras conmigo, mucho antes de que parecieran posibles. Entonces, en julio de 1991, las palabras se hicieron realidad. Me subí a un avión, comencé a viajar por el mundo y no he parado desde entonces.
Hoy, después de 88 países y más de 500 ciudades importantes del mundo, sigo viendo cómo esas palabras se hacen realidad. Cada sello en mi pasaporte, cada etapa, cada apretón de manos con un líder de cualquier parte del mundo... nada de eso fue casualidad. Fue la cosecha de las palabras sembradas años atrás.
Ese es el poder de las palabras. No solo describen tu futuro, lo crean.
El efecto multiplicador
Aquí es donde la ecuación se vuelve emocionante: los sueños y las creencias no solo se suman, sino que se multiplican.
• Un gran sueño × una creencia débil = frustración. Lo deseas con todas tus fuerzas, pero no crees que puedas conseguirlo.
• Un pequeño sueño × una creencia fuerte = progreso, pero con un impacto limitado. Lo consigues, pero nunca llegas a volar alto.
• Un gran sueño × una creencia fuerte = una motivación imparable.
Por eso Lisa Allen, la protagonista de El poder de los hábitos, de Charles Duhigg, fue capaz de transformar su vida. Tras divorciarse, se fijó el sueño de recorrer el desierto egipcio. Era un objetivo descabellado y desmesurado para una mujer con sobrepeso, endeudada y adicta al tabaco. Pero asoció ese sueño con una creencia: «Para hacerlo, debo dejar de fumar». Esa creencia impulsó una cascada de cambios en sus hábitos (correr, comer más sano, ahorrar dinero) que transformaron por completo su vida.
Los sueños multiplicados por las creencias generan no solo ráfagas temporales de energía, sino una motivación duradera y que se refuerza a sí misma. Y las palabras son la herramienta diaria que utilizas para construir esa creencia.


El combustible: hábitos y acción.
Por supuesto, incluso los sueños y las creencias necesitan un tercer elemento: combustible.
La motivación sin acción es como un fuego sin leña: arde con fuerza y rapidez, pero luego se apaga. Ahí es donde entran en juego los hábitos. Charles Duhigg nos muestra que, cuando creamos «hábitos clave», estos refuerzan nuestra creencia de que el cambio es posible y siguen alimentando el fuego.
Angela Duckworth añade otra capa en Grit: la perseverancia a lo largo de años y décadas es más importante que los destellos de talento. Los hábitos mantienen el fuego vivo a través de tormentas, contratiempos y largas noches en las que la pasión por sí sola no es suficiente.
Flujo: donde la creencia se une a la alegría
La investigación de Mihaly Csikszentmihalyi sobre el flujo añade una arruga más. El flujo se produce cuando nuestras habilidades se ajustan al reto que tenemos ante nosotros. Pero aquí está el secreto: la creencia es lo que nos permite entrar en el flujo. Si crees que el reto es demasiado grande, te entra el pánico. Si crees que es demasiado pequeño, te aburres. Creer que «puedo hacerlo, si me esfuerzo» crea el punto óptimo en el que el tiempo desaparece, el esfuerzo no se nota y la motivación se renueva.
Conclusión práctica: habla de tu futuro para hacerlo realidad.
Si tu vida actual refleja las palabras que dijiste en el pasado, tu futuro se construirá a partir de las palabras que digas hoy. Así es como puedes conseguirlo:
1. Revisa tus palabras. Fíjate en cómo hablas de tus objetivos. ¿Dices «si» o «cuando»? ¿Hablas con duda o con convicción?
2. Adopta un lenguaje empoderador. Sustituye «no puedo» por «puedo aprender». Cambia «lo intentaré» por «lo haré». Las palabras entrenan a tu cerebro para creer.
3. Declara tus sueños en voz alta. Decirlos en voz alta transforma los deseos vagos en compromisos.
4. Infunde vida a los demás. La influencia se multiplica cuando utilizas tus palabras para reforzar las creencias de otra persona.
Reflexión final: Convertirse en el fuego
La motivación no es algo que se espera. Es algo que se crea, mediante la multiplicación de los sueños y las creencias, y el constante impulso de la acción.
Los grandes sueños encienden chispas. Las creencias fuertes proporcionan oxígeno. Las palabras dan vida a esas creencias. Los hábitos añaden combustible. Juntos, no solo crean un fuego motivador. Crean un infierno que ilumina tu camino, calienta a los demás y no puede ser ignorado.
Así que pregúntate hoy:
¿Estoy soñando lo suficientemente grande?
¿Creo realmente que puedo hacerlo realidad?
• ¿Qué palabras estoy diciendo que darán forma a mi futuro?
• ¿Qué hábito o acción puedo adoptar para alimentar el fuego?
Porque esta es la verdad: no necesitas perseguir la motivación cuando tú eres el fuego.